Desde hace muchos años tengo la sensación de ir contra corriente.
Y no es tan solo una sensación, porque en muchos casos reconozco que también es una realidad.
Pero no es una opción escogida al azar, sin ton ni son.
Suelo inclinarme hacia un sentido u otro en cualquiera de las decisiones que he de tomar cuando entremezclo mis diferentes percepciones: la racional, la emocional y la intuitiva.
Sea como sea, por como yo soy supongo, mis elecciones no son convencionales... más bien extrañas y sin sentido para la mayoría.
Pero para mí, una vez tomada una postura, es inevitable seguir ese camino.
Hace unos años, consultado con una persona rica en conocimiento humano, en mi presencia le dijo a un familiar mio refiriendose a mi:
¿Nunca habeis considerado la opción de que ella es la que va en el buen sentido y el resto del mundo ha perdido el norte?
Nunca me había sentido tan entendida y acompañada.
Necesitaba que alguien, aunque tan solo fuera una sola persona, viera que mi camino tenía un sentido, fuera de lo común, pero sentido.
Que conste que aunque no tenga el apoyo mayoritario soy como soy porque no puedo ser de otra manera (no tengo argumentos suficientemente sólidos para cambiar mi forma) y aunque es una forma de andar solitaria y muchas veces agotadora, en mi interior me siento muy conforme con mi forma, coherente con mi filosofía de vida, tenaz y firme en mis creencias.
Acostumbrarse a caminar sola no significa que de vez en cuando no nos guste que alguien nos acompañe un tramo del camino. Yo no peregrino. Yo hago camino. Aunque solo me sirva a mí.