INTIMIDAD

Palabras a golpes de fuego.
Sensaciones que explotan por emerger.
Opresión en el pecho por sentir.
Lo bueno y lo malo de ser yo.

domingo, 23 de marzo de 2008

Momento deliciosamente íntimo


Hace unos días aproveché la ocasión de estar sola todo el día en casa para dedicarlo a mi. Hice muchas de esas cosas que me gustan hacer pero que no siempre puedo. Levantarme cuando me despertara, sin poner el despertador. Tomar mi vaso de leche con cola-cao sentada en el suelo del balcón aprovechando los rayos de sol que llegaban primaverales. Me tumbé en el sofá, sin tele, sin música, sin hacer nada.. solo estar. Cuando tenía hambre comía sin mirar el reloj. Cuando tuve ganas me di una ducha y con ella un ritual que no siempre puedo hacer: recorrer mi cuerpo entero con aceites corporales, hidratándolo y acariciándolo. Durante casi toda mi vida he dicho que las propias manos de una no acarician igual que las ajenas, que mi cuerpo no reacciona igual a unas manos cualquiera que a las mías. Pero será que aprendo a vivir conmigo misma a solas que poco a poco empiezo a gozar de otra manera. Mis manos se sorprenden al provocar estremecimientos donde antes nada conseguía sacar.
Disfruté tanto ese momento que sin darme cuenta me arrullé en el seno de mi piel y empezó un llanto lento de placer. Mi mano acariciaba mi cara y me decía cuanto me quería; que tierno cobijo de mi cara en mi mano... como si de una criatura se tratara. Y el llanto fué creciendo, sintiéndome protegida y arropada, asombrándome al comprobar como mi corazón era capaz de amar aun habiendo sido tantas veces recompuesto tras las roturas que ese sentimiento me había provocado. A más de una persona en mi pasado le había contado mi forma de entender como se cuida el amor:
"el amor es como un jarrón chino de porcelana: cuando te lo regalan o lo adquieres, lo pones en el mejor lugar de la casa, para lucirlo para verlo bien. Hay que cuidarlo limpiándole el polvo con mimo. No se puede poner sobre una peana inestable pues cualquier golpecito lo puede hacer caer... y si cae, ese jarrón JAMAS podrá volver a ser un jarrón de porcelana chino, pues la rotura no se puede esconder por muy bien que se pequen los pedazos." Pero eso no había sido impedimento para que todos mis jarrones de porcelana china se hubieran hecho añicos al caer al suelo por ponerlo en la peana del desinterés.

Y mi emoción esta vez era que sentía dentro de mi ser tener un nuevo jarrón de porcelana chino que solo yo podía romper. Y sé que no lo haré.

3 comentarios:

Dejame que te cuente dijo...

niña..
que cosa tan linda...casi em contagiastes de esta especie de "amor propio"...
yo no logro disfrutar de mi compañia...
no sé...algo me falta siempre........

es un autentico placer leerte...lo digo de verdad..
un besazo

Roy dijo...

que hermoso tu jarrón... eso se nota cuando nos damos cuenta que nosotros mismos somos de porcelana, que podemos y tenemos que regalonearnos constantemente hasta el punto de darnos cuenta de la dinastía china que hemos sido...
Nuestro amor traspasa el tiempo como polvo que se adhiere a nuestra superficie, el constante reencuentro con nosotros es indispensable, pues somos el mismo.

un saludo mujer de la intimidad, que rico haber llegado a tu blog

JuanMa dijo...

Es genial que te quieras, pero no te conformes con eso ¿eh? (en tu salón caben seguro por lo menos dos jarrones).

Un beso.

Regalos que recibo