INTIMIDAD

Palabras a golpes de fuego.
Sensaciones que explotan por emerger.
Opresión en el pecho por sentir.
Lo bueno y lo malo de ser yo.

lunes, 5 de julio de 2010



La máxima aspiración del budismo es vivir libre de sufrimiento.

En otras filosofías o religiones se piensa que el sufrimiento es camino de aprendizaje, que hemos de estar contentos y orgullosos de vivir situaciones intensas e incluso dolorosas pues serán éstas las que nos enseñarán las grandes lecciones de vida.


El equilibrio, según mi creencia, es vivir en paz, de forma armoniosa, independientemente de las experiencias que la vida te ponga delante, con rasguños o sonrisas, sacando el mejor partido a lo vivido y la mejor lección aprendida.

El "cómo" casi que es lo de menos. A fin de cuentas, la mayoría de las veces no escogemos cómo vivir nuestra vida. Es la vida misma la que se encarga de buscarnos el camino por el que debemos pasar para llegar a destino con el mayor conocimiento posible.


Escogemos estudios, carreras, amigos, parejas, trabajos... aunque muchas veces son esos elementos los que nos escogen a nosotros; es la vida en sí misma la que nos empuja a andar por un sendero u otro.


Hay personas que se sienten afortunadas, y lo son, ya que tienen la vida que quieren. Coincidieron sus intereses con aquellos que cayeron en sus manos sin apenas esfuerzo.

Otras personas, sin embargo, han tenido que aprender la lección más importante de sus vidas mientras caminaban por ese sendero: aceptar lo que llega como aquello que mejor pueden esperar y aprender de ello, con ello y para ello.


Sin embargo, muchas de las personas que se han encontrado con un programa de vida relativamente fácil, cómodo, sencillo, feliz... han optado por complicarse la vida en beneficio de otros, para y por los demás seres que no han sido tan afortunados. Dejaron sus vidas fáciles, sencillas y emprendieron aventuras descabelladas donde cada paso era un nuevo reto, a veces incluso de vida o muerte, y lucharon encarnizadamente por aquello que creían justo para toda la humanidad. Me estoy acordando de esos nombres que nadie olvida, como son la madre Teresa de Calculta, Gandhi o Vicente Ferrer. A pesar de mis propias palabras, siento que su mayor felicidad estuvo en hacer felices a otros para hacerse felices a sí mismo, no como búsqueda de este resultado, sino como producto de todo el esfuerzo, devoción, emoción y amor puesto en su cometido.


Hoy mi reflexión me lleva a ellos y me deja una sensación de paz que no tenía cuando empecé a escribir. Y eso que ni siquiera sé si pertenezco a los que vinieron con las peticiones aprobadas o tan solo cambiaron su rumbo a medio camino buscando otra realidad. Que más da!!





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